Eladio Linacero escribe sus memorias durante una noche. En ellas, cuenta
que vive en una pieza de pensión, que comparte con Lázaro, un obrero
militante del Partido Comunista. Está divorciado, y sus relaciones con
las mujeres se limitan a encuentros ocasionales. Ha sido periodista.
En un relato fragmentario, recuerda a algunas personas y evoca fantasías
a las que llama" aventuras". Asegura que son muchas, pero sólo cuenta
una: la de la cabaña de troncos, con variantes. Lo que se mantiene sin
cambios en estas aventuras es que él es el protagonista y que se llevan a
cabo en lugares exóticos.
Está solo, se lleva mal con Lázaro, a quien desprecia, y se siente
incomprendido incluso por Cardes, un poeta a quien admira y con el que
intenta compartir, sin éxito, sus fantasías.
Poco antes del amanecer, cada vez más solitario y cansado, deja de escribir.
Onetti siempre en la cama |
Aquellla noche dejé enfriar el té en mi vaso para escucharlo.Era un verso largo,como cuatro carillas escritas a máquina.Yo fumaba en silencio con los ojos bajos sin ver nada.Sus versos lograron borrar la habitación,la noche y al mismo Cordes. Cosas sin nombre,cosas que andaban por el mundo buscando un nombre,saltaban sin descanso de su boca,o iban brotando porque sí,en cualquier parte remota y palpable.
Era-pensé después-un universo saliendo del fondo negro de un sombrero de copa.Todo lo que pueda decir es pobre y miserable comparado con lo que dijo él aquella noche.Todo había desaparecido desde los primeros versos y yo estaba en el mundo perfecto donde el pescadito rojo disparaba en rápidas curvas por el agua verdosa del estanque,meciendo suavemente las algas y haciéndose como un músculo largo y sonrosado cuando llegaba a tocarlo el rayo de luna.A veces venía un viento fresco y alegre que me tocaba el pelo.Entonces las aguas temblaban y el pescadito rojo dibujaba figuras frenéticas,buscando librarse de la estocada del rayo de luna.
Pasamos después mucho rato sin hablar.Me estuve quieto mirando al suelo;cuando la sombra de la última imagen salió por la ventana, me pasé una mano por la cara y murmuré gracias. pág 55.El pozo.Onetti