Su nombre sonaba distinto en alemán y me pregunté si no le disgustaría oírlo continuamente mal pronunciado. Agathe; me entraron ganas de decrlo en voz alta, tal y como ella acababa de hacer, pero me contuve. "Significa algo así como "mi globo ocular", aclaro ella. O "la niña de mis ojos",quizá, sugerí yo, y concluí: Pues ahora, aquí en mi consulta, tiene que enfocar los prismáticos hacia usted misma.pág,32
"Hay algo solitario en el hecho de no vivir.Como si vieras que otros juegan mientras tú tienes la pierna rota."
Dicha sensación la conocía más que de sobra, pero afortunadamente yo me hallaba sentado en la silla mientras ella yacía en el diván. "Agathe, a menudo habla como si la vida se hubiese acabado y usted fuera la culpable de haberla echado a perder.Sin embargo, cada instante le brinda la oportunidad de hacer algo de lo que pueda sentirse orgullosa."
Era dificil no encontrar repulsiva mi propia impostura. ¿De qué elección podía sentirme orgulloso? ¿Qué grandes planes tenía en relación con mi futura vida de jubilado ?pág 42
"No es posible que para todo sea demasiado tarde, Agathe.Creo que la vida consiste en una larga serie de elecciones que estamos obligados a tomaR.Y solo si nos negamos a asumir dicha responsabilidad entonces todo nos dará todo igual." Había pronunciado alguna variante de dichas frases, cientos, quizá incluso miles de veces, pero como no había llenado aquellas palabras con una experiencia positiva, real, continuaban siendo pura abstracción.pág 43
Para empeorar la situación me vino a la mente un artículo que había leído hacía poco.Trataba del sorprendente número de hombres que morían justo al jubilarse cuando comenzaban a disfrutar de todo ese tiempo que por fin tenían.pág54
Sin mediar reflexión alguna me coloqué detrás de un árbol de un pequeño jardín situado en sentido oblicuo al café, desde donde podía ver la mancha roja que era Agathe.Intenté imaginarme que aspecto tendría ella si fuéramos nosotros los que nos hallásemos allí dentro sentados uno frente al otro.pág,59
"Hoy tiene usted un aire triste, aunque ciertamente siempre lo tiene. Está triste, doctor?"
La pregunta era sencilla, sin embargo nadie me la había planteado antes y me golpéo como un puñetazo en el estómago."Eso..." comencé a decir, pero de repente la garganta se me quedó seca y hube de tragar antes de poder continuar: " Eso es algo sobre lo que no me paro a pensar."
"¿Es algo sobre lo que no se para a pensar?" Se sentó al borde del diván y me miró desafiante. Sus
grandes ojos se hallaban demasiado cerca y tuve que esforzarme para no apartar la vista.
"No", dije.
Frunció el ceño:" Pero bueno, doctor, ¿cómo puede dedicar su existencia a paliar el sufrimiento de los demás sin niguna consideración para el suyo?"pág 84