martes, 7 de mayo de 2013

MANUEL PÈREZ SUBIRANA(Egipto)


“Y sé que es absurdo, y me enfado conmigo mismo al comprobar que no sé dibujar planes de huida que no me lleven directamente a la irrealidad...

“Soy el que se quedaría en la cama remoloneando entre las sábanas, deslizándose por los sueños, retrasando indefinidamente el momento de despertar a la realidad...
Soy el escritor que no escribe...
Soy el que no se cree al personaje que en él ven sus amigos...
Soy un ser humano extrañado de su propia humanidad...
Soy el que, con treinta y cuatro años y sin haber jugado a fútbol en su vida, todavía espera llegar algún día a ser delantero centro del F.C. Barcelona, por el placer de atravesar la ciudad con el coche, de vuelta a casa, después del partido...
Soy el que renunció por no estar de acuerdo. El que se conforma para quedar al margen.
Soy el que desea con todas sus fuerzas que un día la realidad se despiste.
Soy yo, pero no sé si soy yo”






Roberto Brest lleva una existencia gris, atado a un trabajo en una fábrica, el cual ha acabado por embotar sus sentidos y adormecer sus aspiraciones literarias. Hasta que un día, regresando a su casa, recuerda un anécdota que años atrás, siendo un adolescente, leyó en un periódico: el suicidio de un hombre que, tras ver cómo su selección de fútbol perdía ante Inglaterra, se ahorcó en la cocina de su casa de El Cairo, dejando escrita la siguiente nota: «Tras la derrota de Egipto, ya nada tiene sentido.» A raíz de ese momento Roberto se planteará dar un giro radical a su vida y apostar por aquellas ideas que de joven enriquecieron su existencia.

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