lunes, 21 de noviembre de 2016
EL ULTIMO DE LOS INJUSTOS--CLAUDE LANZMAN
La larga entrevista que le hizo Lanzmann en 1975 a Benjamin Murmelstein, último presidente del Consejo Judío del campo de concentración de Theresienstadt —y, de hecho, único representante de ese cargo superviviente tras la guerra—, centra este trabajo de casi cuatro horas de duración, donde el cineasta se aleja del planteamiento expositivo de Shoah para jugar con los tiempos —la conversación con el problemático personaje, el viaje en presente del director a los escenarios del relato— e integrar materiales ajenos —dibujos de los prisioneros, una película de propaganda nazi—. Theresienstadt era, en sí mismo, otro fascinante problema de lenguaje: un decorado, una puesta en escena, la “ciudad que Hitler regaló a los judíos” tras la que se ocultaba un campo de concentración donde la muerte y la crueldad seguían presentes. Condenado por la comunidad judía, Murmelstein no deja de ser otro enigma fascinante: ¿héroe (en la sombra) o villano (colaboracionista)? Murmelstein, fallecido en Roma en 1989, se muestra ante Lanzmann como figura de labia seductora, ego desbordante, punzante lucidez y perfiles ambiguos: entre el martillo (nazi) y el yunque (judío), Murmelstein discute la teoría de la banalidad del mal y la santidad de los mártires en un discurso fascinante lleno de zonas de sombra.
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