Con un guion sólido, compacto y consistente, escrito por el mismo Andrey Zvyagintsev y Oleg Negin, el film navega por los vericuetos de la filosofía de Thomas Hobbes y de su obra más famosa ‘El Leviatán’ (muy conocida entre los absolutistas), nombre que recibe ese hombre artificial, engendrado por la necesidad de seguridad del ser humano, que es creado a imagen y semejanza del hombre natural; a este monstruo bíblico, se le da forma humana, se le corona como rey, se le respeta como a un dios y se le teme como a un demonio. Y este es el fin de todo estado: crear un ente coercitivo lo suficientemente poderoso como para reprimir y sembrar temor, pero este temor no comprende ninguna representación de odio, mediante el cual los ciudadanos se vean en la obligación de obedecer las leyes y de aceptar sumisamente lo que el soberano disponga, cediendo sus libertades individuales en pos del beneficio de la comunidad política.
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