El gobierno
El gobierno... Tuve noticia del gobierno y salí en su busca.
Dije que, cuando lo viera, lo iba a examinar a fondo.
Vi entonces a un policía que arrastraba a un borracho
camino del calabozo. Era el gobierno en acción.
Vi a un administrativo municipal colarse en un despacho
una mañana y conversar con un juez. Entrado el
día, el juez desestimó una acusación contra un
carterista que trabajaba en la oficina del administrativo.
De nuevo vi que ése era el gobierno, y que así hacía las cosas.
Vi a los milicianos apuntar con los fusiles a una muchedumbre
de obreros que trataban de conseguir que otros obreros se
abstuvieran de entrar en un taller en el que se había declarado
una huelga. El gobierno en acción.
Por todas partes vi que el gobierno es una cosa hecha de hombres,
que el gobierno es de carne y hueso, que sus numerosas bocas
susurran al oído de muchos, envía telegramas, apunta con
fusiles, redacta órdenes, dice sí y dice no.
Muere el gobierno como mueren los hombres que lo forman, y que
van a dar con sus huesos en sus tumbas, y el gobierno
que lo sucede es humano, está hecho de latidos, de sangre,
de ambiciones y lujurias, de dinero que todo lo recorre, dinero
que se paga, dinero que se cobra y dinero que se esconde,
dinero del que sólo en voz baja se habla.
Un gobierno es tan secreto y misterioso, y tan sensible como
cualquier pecador cargado de gérmenes, de tradiciones y
corpúsculos transmitidos por padres y madres desde hace
mucho tiempo.
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