sábado, 10 de octubre de 2020

CLARICE LISPECTOR-AGUA VIVA

Estoy entrando disimuladamente en contacto con una realidad nueva para mí y que todavía no tiene pensamientos correspondientes, y mucho menos aún una palabra que la signifique. Es sobre todo una sensación más allá del pensamiento.


¿Cómo explicarte? Lo intentaré. Es que estoy percibiendo una realidad sesgada. Vista a través de un corte oblicuo. Sólo ahora he intuido lo oblicuo de la vida. Antes solo veía a través de cortes rectos y paralelos. No percibía el insípido trazo sesgado. Ahora adivino que la vida es otra. Que vivir no es sólo desarrollar sentimientos densos; es un sortilegio mayor y más grácil, sin que por ello pierda su sutil vigor animal. Sobre esta vida insólitamente sesgada he puesto mi pata que pesa, haciendo así que la existencia fenezca en lo que tiene de oblicuo y fortuito y sin embargo al mismo tiempo sutilmente fatal. He comprendido la fatalidad del azar y no existe en eso contradicción.

La vida oblicua es muy íntima. No digo más sobre esa intimidad para no herir el pensar-sentir con palabras secas. Para dejar esa oblicuidad en su independencia desenvuelta. […]

¿La vida oblicua? Sé bien que hay un desencuentro leve entre las cosas, casi chocan, hay un desencuentro entre los seres que se pierden unos a otros entre palabras que ya casi no dicen nada. Pero casi nos entendemos en ese leve desencuentro, en ese casi que es la única forma de soportar la vida plena, porque un encuentro brusco cara a cara con ella nos asustaría, ahuyentaría sus delicados hilos de tela de araña. Nosotros somos de soslayo para no comprometer lo que presentimos de infinitamente otro en esa vida de la que te hablo.

 

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