¿Pero dime, quiènes son ellos, esos vagabundos, un poco más fugaces aún que nosotros, a los que desde muy pronto, de manera imperiosa, retuerce como a ropa--para quién por amor a quién--una voluntad nunca satisfecha?
De un modo extraño los retuerce, los entrelaza, dobla y balancea, los lanza y los recoge; como desde un aire más engrasado, más resbaladizo, caen y se posan sobre la raída alfombra, adelgazada por su brincar eterno, una alfombra perdida en medio del universo, tendida como un esparadrapo, como si el cielo del suburbio ahí hubiese causado daño a la tierra.
Para la señora Herta Koning.
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