Parte por el todo, pequeño gran teatro del mundo e infinitas muñecas rusas. “Synecdoche, New York” es una obra consagrada a buscar la esencia del arte en su primera y máxima expresión, esta es, la vida misma.
Charlie Kaufman no es sólo uno de los guionistas más brillantes del cine actual, sino también un artista de humanidad inconmensurable. Ténganlo bien presente antes de sospechar mal de “Synecdoche, New York” y levantar el dedo acusador para señalarla como pretenciosa. Ténganlo en cuenta porque, si somos capaces de regalarle nuestra paciencia durante dos horas, veremos florecer, casi de manera inconsciente, un milagro cinematográfico no redondo, pero sí hermoso. Una de esas muy escasas ocasiones en las que el cine imita a la vida desde los sueños, las ilusiones y las decepciones en la existencia de una persona, para acabar rindiéndole un homenaje que supera cualquier límite de la ficción e incluso, como aquí se da el caso, de la metaficción.
Philip Seymour Hoffman :impecable |
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