"Yo no quería rodar una película sobre un monasterio, sino sobre el hecho de ser monje", apunta Groning, quien eligió a los monjes cartujos por ser una de las órdenes más estrictas que se rigen por la soledad y el silencio. Cuatro meses viviendo con ellos El cineasta pasó cuatro meses viviendo en "Grande Chartreuse", el monasterio de referencia de la orden, situado en los Alpes franceses. Allí se integró totalmente en el día a día de los monjes, realizando las mismas tareas que ellos. De forma que sólo dedicaba dos o tres horas al día al rodaje. "Quería capturar ese ritmo de vida monástica y la única forma era integrarme en su día a día -cuenta-. Lo que me sorprendió fue que, a pesar de vivir su vida en soledad y silencio,
tienen un profundo sentido de amistad y están muy unidos". "
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