Años después, cuando la telerrealidad no dejó de rebasar los límites de la vacuidad y el voyeurismo, la fascinación que sentía se desplazó. Al margen de los candidatos y su evolución psíquica, pasó a interesarme el modo como aquellos programas lograban caracterizar a los personajes, hacerles vivir relaciones y situaciones más o menos escenificadas (o recrearlas en el montaje), sin dejar de producir en el espectador una ilusión de realidad. ¿Cómo adoptaban la apariencia de Verdad aquellas alianzas, aquellas tensiones, aquellos conflictos fabricados y orquestados por demiurgos invisibles?
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Una noche L. me dijo que ella sabía reconocer a primera vista a las personas que habían sufrido violencia. No sólo violencia física.Gente cuya personalidad, cuya persona, había sido puesta en peligro por alguien.
Sabía detectar en ellos una suerte de traba,de impedimento, de desequilibrio, en el sentido estricto del término.Una vacilación, una incertidumbre, una indecisión, una fisura, que nadie más parecía advertir.
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