El talento artístico puede brotar en los
lugares más insospechados, aunque hurgando en la vida del protagonista siempre
se encontrará mucho trabajo y una permanente inquietud teñida de algo de
excentricidad. Eso es lo que hace el francés
De manera paulatina y sin estridencias,
con un tono comedido y casi imperceptible, el espectador asiste al
deslumbramiento/caída de la pintora y percibe el abismo que se abre entre ella
y el mundo. La mirada de Uhde sirve tanto para vislumbrar esa pureza del “arte
primitivo” que la modernidad redescubre como para conmoverse con el desquiciamiento
de su autora. Provost logra con todo una película artística, apoyada sobre una
puesta en escena ajustada al tema, de tempo contemplativo y sin
concesiones dramáticas gratuitas y fáciles. Intimista pero nada sensiblera,
fotografía y música encuentran en la soberbia interpretación de Yolande
Moreau el contrapunto perfecto para transmitir un estado
del espíritu.
Una buena película premiada por Francia
nada menos que con siete premios César, incluidos el de Mejor Película, Mejor
Guión Original y Mejor Actriz Principal. Gustará a los amantes del cine artístico
y el drama íntimo y silencioso, a los que no les importe la lentitud del relato
ni esperen vidas exaltadas, porque sus imágenes están impregnadas de delicadeza
y sensibilidad, de inquietud y humanidad.
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