Hace tratar a su cine como la representación artística de
un camino que trata de captar la vida y reproducirla desde la ficción. Y lo más
destacado es que, prescindiendo de abundancia de medios y grandes presupuestos,
configura un cine espontáneo y cercano a las situaciones que se nos generan en
la triste y fascinante vida cotidiana, lo cual le hace obtener elementos
documentales pese a ser películas narrativas, la mayor parte de ellas de gran
precisión y poca o ninguna artificiosidad. Juega con puestas en escena donde
rechaza el perfeccionismo miniaturista y así consigue una vivaz naturalidad,
haciendo que el espectador se golpeé de bruces con dolorosos pedazos de
realidad. Si bien el atributo más distintivo de Mike Leigh es que no suele
abusar del tremendismo y la sordidez caprichosos, observando la desesperanza de
sus personajes y la degradación de sus entornos con un tono condescendiente y
en ocasiones candoroso, pero decididamente alejado del vulgar retrato
sentencioso.
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