jueves, 21 de marzo de 2013

LA SED(Ingmar Bergman)

La eterna dificultad del amor
Quizás se titule ‘La sed’ porque todos los personajes de esta película, hasta el más episódico, provoca un enorme sentimiento de insatisfacción personal (lo que les lleva a un nerviosismo latente, a hablar, a comer, a beber sin parar…), una insatisfacción que no saben cómo llenar y que les empuja a ignorar a las personas que tienen alrededor. Rut y Bertil son una pareja acomodada pero llena de dudas, de recuerdos terribles, de aflicciones incurables que no se atreven a contarse el uno al otro (la clásica incomunicación de Bergman), y en el inevitable viaje que han de realizar a través de la devatada Alemania de 1946 surgirán, como un volcán, emociones y sentimientos que ninguno de los dos podrá reprimir ya más. En ell egoísmo y la mezquindad de ambos caracteres nos sentimos identificados como seres humanos, pero también les compadecemos porque Bergman, que es un gran artista y tenía un gran corazón, siempre permite un rayo de esperanza, una chispa de luz y de dignidad a sus torturados personajes, para quienes el amor, siempre, es una batalla perdida, y el peso del pasado es demasiado grande para empezar de nuevo.
El viaje por la Europa de posguerra es interesante porque Bergman lo utiliza como expresión visual de los sentimientos personajes, y como la visión que estos tienen de un mundo que no les hace felices. Sin embargo, sí que hay algo de realismo y de descripción pura de la situación de muchas personas tras la guerra, del hambre y de la desesperación…si bien finalmente las emplea como catarsis para el hambre y el vacío (y la sed espiritual) de su pareja protagonista. Su actor fetiche por aquellos años, el oriundo de Gräsö Birger Malmsten, que todavía trabajaría con el director en algunos títulos más, vuelve a bordar un papel de gran complejidad, no tanto por la profundidad de un personaje que es ante todo un arquetipo burgués, sino por la dificultad de algunas situaciones dramáticas en las que la ambivalencia moral es norma. A ello une Bergman una puesta en escena mucho más nerviosa y enérgica que en anteriores ocasiones, con cortes de montaje mucho más abruptos, frecuentes cambios de altura de la cámara, contrapicados y movimientos que no son (ni serán) habituales en su cine.
Conclusiones


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