sábado, 11 de noviembre de 2017

RUBEN OSTLUND-- THE SQUARE

Con solo un puñado de películas, el sueco Ruben Östlund se ha confirmado como uno de los observadores más irreverentes de la conducta social humana y en concreto de la progresía liberal. Su nuevo trabajo, 'The Square', se adentra en un museo de Estocolmo para criticar con grandes dosis de humor negro el arte moderno, el fracaso de la idea del bien común, las redes sociales y, en general, todo. La película ganó en mayo la Palma de Oro del Festival de Cannes
¿Por qué decidió poner el foco sobre las pretensiones y la vacuidad del mundo del arte? Habrá quien diga que es un blanco demasiado fácil. Los museos han perdido su conexión con el mundo real. La mayoría de artistas no tienen nada que decir. Vas a una exposición y te encuentras una montaña de gravilla en medio de una habitación vacía, y se supone que eso es arte. Viene ilustrado por un montón de palabrería teórica, pero está claro que es como el traje del emperador desnudo: pura ilusión. Cuando Marcel Duchamp puso un retrete en medio de un museo, eso era genuinamente provocador porque ponía en cuestión el propósito mismo de esos espacios. Hoy en día, todo es pose. En todo caso, la crítica al arte es un telón de fondo. El propósito de 'The Square' es más amplio.
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¿Cuál es? La idea original fue recordar a la gente nuestro rol en la sociedad y nuestra responsabilidad. Mi padre me contó una vez que cuando él era un niño, en los años 50, sus padres solían colgarle una etiqueta identificativa del cuello y lo dejaban salir a la calle a jugar. Y eso era en el centro de Estocolmo. No tenían miedo de hacerlo, porque sabían que si tenía algún problema otros adultos lo ayudarían. Pero hoy criamos a nuestros hijos dando por hecho que el resto del mundo es una amenaza. Los individuos, especialmente los más privilegiados, se están aislando de la sociedad,
Christian, el protagonista de su película, alardea de ser un modelo de civismo. El problema es que luego se comporta de forma extremadamente egoísta. Christian es una contradicción andante, como la mayoría de nosotros. A la hora de adoptar una conducta social, lo difícil no es saber qué es lo correcto, sino actuar de acuerdo a ello. Por ejemplo, está demostrado que la probabilidad de que ayudemos al prójimo en la calle es inversamente proporcional al número de transeúntes que haya alrededor, porque si hay mucha gente nuestro sentido de la responsabilidad se diluye. Y, en última instancia, por muy racionales y cultivados que nos queramos creer, los seres humanos somos animales cobardes y rabiosos.
a sociedad.
¿Diría que el concepto de comunidad está desapareciendo? Sin duda. Hemos perdido la capacidad para organizarnos de manera colectiva. Los problemas sociales se han trasladado a nivel del individuo, y eso nos llena de culpa y de presión. Pongamos un ejemplo: las calles de las urbes se llenan de mendigos. ¿Cuál es la solución? ¿Esperar que cada uno de nosotros les dé unas monedas? No, habría que adoptar soluciones a nivel social: subirles los impuestos a los más ricos, por ejemplo.

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