sábado, 27 de julio de 2019

EL POZO-JUAN CARLOS ONETTI

Eladio Linacero escribe sus memorias durante una noche. En ellas, cuenta que vive en una pieza de pensión, que comparte con Lázaro, un obrero militante del Partido Comunista. Está divorciado, y sus relaciones con las mujeres se limitan a encuentros ocasionales. Ha sido periodista.
En un relato fragmentario, recuerda a algunas personas y evoca fantasías a las que llama" aventuras". Asegura que son muchas, pero sólo cuenta una: la de la cabaña de troncos, con variantes. Lo que se mantiene sin cambios en estas aventuras es que él es el protagonista y que se llevan a cabo en lugares exóticos.
Está solo, se lleva mal con Lázaro, a quien desprecia, y se siente incomprendido incluso por Cardes, un poeta a quien admira y con el que intenta compartir, sin éxito, sus fantasías.
Poco antes del amanecer, cada vez más solitario y cansado, deja de escribir.
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Onetti siempre en la cama
Aquellla noche dejé enfriar el té en mi vaso para escucharlo.Era un verso largo,como cuatro carillas escritas a máquina.Yo fumaba en silencio con los ojos bajos sin ver nada.Sus versos lograron borrar la habitación,la noche y al mismo Cordes. Cosas sin nombre,cosas que andaban por el mundo buscando un nombre,saltaban sin descanso de su boca,o iban brotando porque sí,en cualquier parte remota y palpable.
Era-pensé después-un universo saliendo del fondo negro de un sombrero de copa.Todo lo que pueda decir es pobre y miserable comparado con lo que dijo él aquella noche.Todo había desaparecido desde los primeros versos y yo estaba en el mundo perfecto donde el pescadito rojo disparaba en rápidas curvas por el agua verdosa del estanque,meciendo suavemente las algas y haciéndose como un músculo largo y sonrosado cuando llegaba  a tocarlo el rayo de luna.A veces venía un viento fresco y alegre que me tocaba el pelo.Entonces las aguas temblaban y el pescadito rojo dibujaba figuras frenéticas,buscando librarse de la estocada del rayo de luna.
Pasamos después mucho rato sin hablar.Me estuve quieto mirando al suelo;cuando la sombra de la última imagen salió por la ventana, me pasé una mano por la cara y murmuré gracias. pág 55.El pozo.Onetti
 

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